Déjalo
Buenos Aires
Déjalo entrar
escucha en tu vientre el bramido de un océano profundo.
Permítele anidar en tu ambición alada
puede que el sol no sea igual, cuando aparezca el alba.
Si con sus pasos entierra amor, en la carne lacerada,
puede que el sol no sea igual mañana.
Admite esa presencia en tu soledad en llamas,
reconoce en sus gestos que hay alguien capaz de penetrar este desierto.
Vuelve a él tus hombros descubiertos
retuerce tu pereza, desnúdate de ella;
y suda el grito:
Quizás la soledad esa que añoras,
te espera en aquel sitio que abandonas.
Alegría
Déjalo entrar
escucha en tu vientre el bramido de un océano profundo.
Permítele anidar en tu ambición alada
puede que el sol no sea igual, cuando aparezca el alba.
Si con sus pasos entierra amor, en la carne lacerada,
puede que el sol no sea igual mañana.
Admite esa presencia en tu soledad en llamas,
reconoce en sus gestos que hay alguien capaz de penetrar este desierto.
Vuelve a él tus hombros descubiertos
retuerce tu pereza, desnúdate de ella;
y suda el grito:
Quizás la soledad esa que añoras,
te espera en aquel sitio que abandonas.
Alegría
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